jueves, 18 de marzo de 2010

Lino Cura Anemia a Heidy

Lino Cura Anemia a Heidy
o
La Hemoglobina de Heidy
Un caso de Lino Tomasén
Relatado por José R. López
Pensado hace años. Escrito 2005.05.19.J, de 5:52 a pmhv, en Santa Clara
Cuando Heidy, mi hija menor, estaba en estado del que hoy es mi nieto Marcel, la hemoglobina le fue bajando persistentemente hasta que a los 6 meses de embarazo su valor era 8.4 gramos por decilitro. La doctora que la atendía le informó que sería necesario hacerle una transfusión, a lo cual mi hija contestó que a ella no había quien se lo hiciera, que prefería morirse.
Cabe aclarar tres hechos. El primero: Que desde que salió en estado ella se había estado alimentando bastante bien, según las normas dietéticas para mujeres embarazadas, a pesar de la pésima situación económica que vivíamos en ese momento, mediados de 1992. El segundo hecho: Cuando se detectó que la hemoglobina la tenía algo baja, alrededor del cuarto mes, se le comenzó a dar un suplemento nutricional completo y de alta calidad, el cual normalmente logra elevar la hemoglobina alrededor de 20 % en un mes. Y además, se le aumentó la ingestión de carnes rojas, huevo y otras proteínas animales, muy escasas en ese momento, pero las cuales ella estuvo ingiriendo en cantidades adecuadas desde el inicio mismo de su embarazo. Tercero: Que los análisis de sangre se le estuvieron haciendo cada dos semanas, teniendo que tomar la muestra de los dedos, ya que desde muy niña ella no permitía que se le sacara sangre de las venas. Los resultados de los análisis los fui colocando en un gráfico, evidenciándose un lento pero sostenido descenso y una respuesta nula a los suplementos y la mejor alimentación.
Así, como expresé al principio, a los 6 meses la hemoglobina había bajado a 8.4 g/dl, y la única forma que se veía útil era la transfusión de sangre, no aceptable para ella. Como a las dos de la tarde del día de este último análisis, estábamos mi hija y yo en la sala de mi casa conversando sobre el difícil problema, algo angustiados ambos, cuando tocaron a la puerta. Abrí y resultó ser mi ya gran amigo, el Dr. Lino Tomasén Vera, a quien conocí a mediados del 1989, surgiendo desde entonces una simpatía mutua que ha devenido en franca amistad.
De inmediato, le dije, algo asombrado y sonriente, pues esta era la segunda vez en tres años que Lino me visitaba: Bueno ¿ y qué es lo que te trae por aquí? Su respuesta fue casi exactamente esta: “Es que sentí que me necesitabas y aquí estoy ¿Qué problema tienes?”. Le dije así: “Esta muchacha, que está en estado, tiene la hemoglobina en 8.4. Le he dado cuanta cosa hay para subirla y a pesar de todo le ha estado bajando mes tras mes, la doctora dice que tiene que transfundirla y ella dice que no”. Lino se echó a reír y me dijo: “Eso te lo resuelvo yo ahora mismo”, a lo que contesté medio sonriente y medio escéptico: “Ah, no jodas Lino, tu sabes bien que la hemoglobina viene a subir al cabo de un mes de iniciar el tratamiento, a no ser que se le haga una transfusión. Pero bueno, si tu sabes cómo hacerlo y ella te deja, métele mano”.
Mi hija aceptó de buen grado, y Lino avanzó hasta ella, le dijo que se virara de espaldas y le toco a una gran velocidad varios puntos en la parte alta de la espalda y me parece que le dio unos golpecitos en los hombros, primero por detrás y luego por delante en todo lo cual no demoró ni un minuto.
Entonces Lino me dijo: “Ya tiene la hemoglobina en once y pico o doce”, a lo cual le contesté: “Ahora no puedo, pero mañana por la mañana lo voy a comprobar. Lino, de nuevo, se echó a reír con aire de gran seguridad. Pasamos a conversar brevemente dos o tres asuntos, luego de lo cual Lino me dijo que tenía que marcharse.
Al otro día, antes de las 8 a.m., llegamos mi hija y yo al Instituto de Gastroenterología, sito a dos cuadras de nuestra casa. Allí yo había resuelto hacerle los análisis de sangre por micrométodo, algo poco usual en Cuba, entonces y ahora. La técnica del Laboratorio se asombró cuando me vio de nuevo allí, dado que el día antes le había hecho el hemograma a mi hija. Le expliqué la situación y se interesó en el asunto, pues ella también sabía que, científicamente, no era posible subir la hemoglobina instantáneamente sin transfusión, y mucho menos con unos golpecitos en la espalda y los hombros. En fin, le tomó la muestra y por estar seguros le pedí que hiciera la hemoglobina por duplicado.
Según lo acordado fui a buscar el resultado como a las 2 p.m. La hemoglobina había subido a 11.4 gramos por decilitro, o sea, 3 gramos en 24 horas, lo cual era “imposible, pero cierto”.
Seguí dándole los suplementos, cuidando su dieta y repitiendo los análisis cada dos semanas, comprobando que, luego del salto de 3 puntos o gramos por decilitros, la hemoglobina comenzó a bajar de nuevo a un ritmo un poco más rápido que el anterior, quizás porque el feto ya era mayor y creciendo.
Así las cosas, cuando tenía ocho meses y una semana, la hemoglobina bajó de nuevo a 8.2 g/dl, y se repitió la misma situación en todos sus detalles, casi al límite del absurdo, pues Lino volvió a mi casa ese mismo día del análisis, poco después de recoger el resultado. Era su tercera visita, y ocurrió antes de que yo pudiera ejecutar mi plan que era llevarle al día siguiente a mi hija a su consulta en la Covadonga, el Hospital “Salvador Allende”, donde Lino atendía entonces cada mañana entre 100 y 130 pacientes. Volvió a tocarle los puntos de la espalda y los golpecitos en los hombros, nos dijo que ya todo estaba bien y que el niño nacería sin problemas.
Como entre Lino y yo hay una comunicación muy buena y un gran respeto mutuo, le dije que al otro día volvería a comprobar los resultados, y esta vez usaría dos laboratorios: el ya habitual del Instituto de Gastroenterología y otro más, ya bien el del Instituto de Cardiología o el del Hospital “Hermanos Ameijeiras”. Ya entonces estaba pensando y así se lo dije a Lino, que si efectivamente, la hemoglobina de mi hija volvía a aumentar notablemente el asunto podía convertirse en un artículo para una revista médica.
Al otro día a las 7 a.m. estábamos en el Laboratorio del Instituto de Gastroenterología y ya la técnica estaba avisada de que era posible que volviéramos al cabo de dos días, pues desde que vi el valor 8.2 del día anterior había decidido llevarla de nuevo con Lino, sólo que él se adelantó a mi plan. Como en esa época aún yo tenía automóvil partimos hacia el Ameijeiras, en cuyo laboratorio de Hematología mi otra hija estaba insertada poniendo a prueba unos aparatos que ella había diseñado, y fue ella misma la que resolvió que le hicieran el análisis a su hermana. Poco después de las 8 a.m. le tomaron la muestra y volvimos a la casa para que la gestante desayunara.
A las dos p.m. tuve el primer resultado: 11.2 g/dl. Cuando mi hija mayor regresó del Ameijeiras trajo el otro resultado: 115 g/dl. De nuevo, el método de Lino logró el mismo resultado y nos resolvió por segunda vez un problema en verdad difícil.
Al día siguiente mi hija fue a ver a su Doctora y esta se asombró por segunda vez de que a esta muchacha le subiera la hemoglobina de un día para otro. Como la otra vez, estoy casi seguro, que sospechó de algún tipo de fraude, esta vez colmamos sus dudas con los resultados de dos hospitales debidamente firmados y acuñados. No le quedó más remedio que decirle medio en broma a mi hija: ”De buena te salvaste, pues te íbamos a amarrar y ponerte la sangre, para que tu hijo naciera sin problemas”.
Y así sucedió. El 17 de Septiembre de 1992 poco después del mediodía nació mi nieto Marcel. El parto fue natural y relativamente fácil. Cuando fuimos a verlos a las 7 p.m. la madre y el hijo estaban en perfecto estado.
De entonces acá he repetido esta anécdota muchas veces, varias de ellas a petición de Lino para sus pacientes, la última vez, hace unos días, para ser grabada en video para una televisora extranjera. Quizás por ello es que me decidí por fin a escribirla. Conservo los resultados de los análisis y la curva que tracé entonces. Si los encuentro los adjuntaré a este escrito.
JRLR
Puesto en Internet 2010.03.18.J, 10:30 amhv